lundi 21 septembre 2009

Que la tierra... en Revista Quimera

Afincado en Bordeaux desde hace algunos años, el peruano Sumalavia hace un ejercicio de memoria literaria para trasladarnos a una Lima tan real como novelesca. En esta dualidad, paradigmática en toda la novela, bascula Que la tierra te sea leve. Así, el tópico del doppelgänger se convierte tanto en la búsqueda real de un hermano ausente como en la búsqueda del doble literario; tránsitos que, se intuye, tienen mucho que ver con el reconocimiento de unas raíces, unos orígenes, unos hogares, unas filias, cuyos relieves se perciben con mayor claridad desde el exilio. Escrita con inusual elegancia y en pequeños compartimientos narrativos, esta primera novela de Sumalavia fue una de las finalistas del Premio Herralde de Novela en 2006. (M.G.R.)

en Revista Quimera, n° 308-309, julio de 2009.

mardi 15 septembre 2009

Antonio Moretti sobre Que la tierra...



Ricardo Sumalavia es uno de los mejores escritores de cuentos (si no es que el mejor) surgido en los últimos años. El trabajo realizado en relatos breves y microcuentos que hemos podido disfrutar en Habitaciones (1993), Retratos familiares (2001) y Enciclopedia mínima (2004) es, cuando menos, notable. El esfuerzo por la brevedad significativa en sus relatos es impresionante y sospechable la influencia de la literatura oriental que, a veces, pareciera decirnos que bastan solo unos segundos en la vida para que esta sea trascendente. De este modo, en los relatos breves de Sumalavia solo hay sustancia, solo la explosión, solo lo que conmueve... Ricardo Sumalavia piensa y escribe en el "solo". El fraseo, por lo tanto, no se luce; cumple y es efectivo; pero no deslumbra pues es opacado por la explosión de la brevedad. No digo que no se pueda apreciar, pero para esto se exige un ojo buscador, una lectura en planos, un disección pausada y detallada.

En Que la tierra te sea leve, la primera novela del escritor peruano, se pueden encontrar las mismas características que en su narración breve. ¿Cómo un escritor entusiasmando con la brevedad logra escribir una novela de más de 100 páginas? pues la respuesta es la técnica.


Sumalavia estructura su novela en distintos planos; tantos que pareciese un derroche de habilidad. Podemos hablar de saltos de tiempo que el lector tiene que ordenar; también de los narradores, los que se dedican a ser visuales, los que toman las voces de los personajes, los que son confesionales; que pienso, son los tres grandes ejes narrativos. También podríamos hablar del lenguaje y el fraseo musicalizado por grandes fragmentos de la novela, hasta que, la voz y el modismo torpe de una mujer vulgar toma la posta y continúa con la narración. y, por supuesto, de la fragmentación de la historia.

Hasta aquí, es la forma lo que me ha interesado; pero es que el fondo tiene como única materialización esta forma; es decir, no es una opción estratégica, es necesidad.

Se nos presenta una historia de búsquedas y contrastes, y como toda búsqueda, es un transitar al pasado, a las causas primitivas, a recordar dónde, cómo y por qué se perdió lo que hoy se transfigura como tan necesario. el personaje de Fefer, el enano sátiro, es el más interesante por lo sórdido, lujurioso, casi delictivo quien se mimetiza en callejones y seres oscuros. me hizo recordar a ese personaje del que habla Ribeyro, un delincuente peruano en París, que lo auspició a él y a otros escritores, en la Tentación del fracaso, si no me equívoco.

Son las piezas del rompecabezas las que me llaman la atención. Una novela de relatos fragmentados, independientes si quieres, que se unen como pistas de un crimen. Disfruté descubriendo los planos, reconociendo los narradores, analizando el tiempo, unificando los fragmentos, como un niño buscando entender cómo funciona su juguete más querido.

Estimo la primera novela de Ricardo Sumalavia, finalista del premio Herralde, como una de las entregas más importantes del año, necesaria para todo aquel que cuestiona la compatibilidad entre cuento y novela. Y, por supuesto, una prueba más de la pericia narrativa de tan importante autor.
Texto aparecido en el blog:

jeudi 2 juillet 2009

Que la tierra...



Una muy corta, pero grandiosa estadía en Ginebra, me permitió conocer a muchas personas ahora entrañables. Una de ellas es Manuel Borrás. Como saben, él es editor de Pre-textos. Todos conocemos la calidad de su trabajo, de su persona, y sabemos que no necesita mayores halagos. Al final de una cena estupenda en un restaurante etíope, cuando andábamos entre risas por unas calles húmedas de Ginebra, pude entregarle un ejemplar de mi novela, que buenamente Rodrigo Díaz, librero y editor de Albatros, había puesto en mis manos para a su vez pasarla a las manos de Manuel Borrás. Fue un acto generoso el de Rodrigo por facilitarme ese ejemplar, y generoso también Manuel por recibirlo y prometerme una lectura y una carta que acabo de leer. Con su autorización, y agradecido, la reproduzco aquí.

Querido Ricardo:

Supuso un placer conoceros en Ginebra y compartir mesa redonda contigo. Por fin pude leer tu muy interesante novela Que la tierra te sea leve. Tal como te prometí, paso a expresarte mis opiniones al respecto: Libro, a mi juicio, de indagación en la propia personalidad a través de los otros –de consumación de una vida en otra paralela– donde se desarrolla un proceso de ramificaciones ya desde el mismo tronco de su motivación: la búsqueda del sosia. O, mejor, de los sosias: por un lado César, después de un largo período residiendo en el extranjero, regresa a Lima decidido a reencontrarse y recuperar el vínculo con su hermano Sebastián, una enano bohemio de vida disipada; y por otro lado el narrador, que emprende la búsqueda de un hermano literario –o "alma gemela"– por medio mundo (Lima, Burdeos, Corea). Estos son los conflictos –en realidad el mismo– que estructuran y justifican tu novela. Se trata, insistiré, en una suerte de desdoblamiento del mundo: el ambiente sórdido y violento de cantinas y prostíbulos vs. el clima aséptico de las relaciones humanas en universidades y congresos literarios. De este modo, aunque las líneas trazadas avancen paralelas –condenadas a no tocarse
ni en las bifurcaciones–, son en realidad líneas clónicas. O algo mucho más complejo aún, pues de algún modo se complementan. Se complementan pero se repiten. incluso en sus desenlaces: la sustitución del hermano real por otro adoptado que hace mejor esas veces: Sebastián encuentra a Martín y el escritor a Thomas Bernhard (al que citas en la entrada de la novela, confundiéndose intencionadamente los términos autor, escritor, narrador).
Pero es una complejidad tejida con tal disciplina y creatividad que no interfiere en la lectura, los pespuntes pasan desapercibidos. De hecho el idioma tiene aquí por momentos dones creacionistas, místicos si exageramos; digamos que de alguna manera el idioma en tu novela posee la aptitud de habilitar sentidos nuevos a las palabras, o de registrar significados ocultos, o de devolverles un primitivo extrañamiento. Y suena realmente encantadora esa armonía entre naturalismo y fantasía. Baste el siguiente ejemplo para documentar esa inteligencia demiúrgica
en la factura y esa emoción contenida en el trazo:
"En algún lugar de la casa, todavía sin precisar exactamente dónde, ambos niños intuían que estaban cerca de lo buscado. El aire tibio del mediodía, colándose por las aberturas de las cortinas, los movía a presentir un espacio desmedido. Ellos corrían en dirección a la corriente del viento y, me atrevería a decir, viajaban con la misma ligereza: debajo, encima, entre aquel soplo que los arrastraba eximiéndoles de cualquier temor capaz de albergarse en todas las búsquedas". Acabo, como sabes, de citar el primer párrafo del libro, y me doy cuenta ahora de que todo el libro es y está ahí. El universo a escala de una pelota de ping-pong.
En fin, una estupenda novela que te agradezco hayas puesto en mis manos. Enhorabuena.
Un fuerte abrazo y mis mejores deseos para tu esposa,
Manuel Borrás.

mardi 2 juin 2009

RICARDO SUMALAVIA, ESCRITOR PERUANO / Huellas de un narrador

Su libro Que la tierra te sea leve arriba a las librerías limeñas

Autor prepara un próximo libro ambientado en década pasada

Giancarlo Stagnaro
gstagnaro@editoraperu.com.pe

Momentos de satisfacción vive el escritor Ricardo Sumalavia (Lima, 1968). Su primera novela, Que la tierra te sea leve (Bruguera, 2008), por fin ha arribado a las librerías limeñas y consolida la propuesta singular de un narrador como Sumalavia, que ha alcanzado al público hispanoamericano, que lo ha recibido de manera positiva.Pareciera que su argumento –la historia de la búsqueda de dos hermanos: uno carnal y otro literario– aleja a Sumalavia de lo que se denominan los referentes locales, pero él no cree que sea así del todo. “No necesariamente hay que publicar cuento o novela para dar un testimonio de determinado momento. No, al menos, como fin último. No obstante se escriba una novela sin ningún referente nacional, de alguna manera sí estas hablando de tu entorno. La peruanidad aflorará, pero no es el fin último para lo que se tiene que decir”, afirma.
Para ello, pone como ejemplo la reseña del crítico chileno Camilo Marks. “Él dijo que así yo viva en cualquier parte del mundo, escribo como un narrador peruano. Aunque no aclara los rasgos de ser ‘narrador peruano’, es curioso que una lectura fuera del Perú sea capaz de encontrar huellas que entiende propias de un narrador así. No apelo a algo como el lenguaje coloquial o la referencialidad inmediata a Lima o lo político, pero de repente habrá otros, quizá no tan evidentes para nosotros porque lo experimentamos todos los días.”
Quizá la peruanidad en Que la tierra te sea leve sea la preocupación de su autor por la idea de la infancia y su relación con la ciudad. “Esta construcción de la identidad, que es la infancia, consiste en enfrentarse al entorno, a Lima. Siempre me ha intrigado Lima, porque he crecido en el centro y nunca lo he entendido del todo, de ahí esa preocupación. El personaje del enano es la deformación de Lima para mí, ese juego de lo grotesco y lo carnavalesco.”En efecto, lo extraterritorial –y la dialéctica permanente con lo céntrico– determina el carácter del texto de Sumalavia. “Quizá la realidad en el libro es para el lector peruano mucho más reconocible, pero la idea es ir más allá de esa referencialidad, que me sirva de marco, pero no estoy buscando la clave de Lima, sino la Lima que quiero construirme, una Lima de ficción.”
Profesionalismo editorial Ricardo Sumalavia no deja nada al azar y, por ello, desde hace cierto tiempo, trabaja con un agente literario. “Trabajar con un agente es acortar pasos. Evita que estés tocando puertas y ciertas decepciones, pues el agente literario conoce el perfil de tus escritos y te ayuda en lo monetario.”El escritor anuncia que su próxima novela sí tomará en cuenta una realidad más cercana: la década de 1990. “He terminado la versión de una novela que pasa un poco en varias partes, pero sobre todo en Lima. Toca un contexto determinado con elementos policiales, pero sobre todo es un ajuste de cuentas conmigo mismo”. A esperar se ha dicho.

En: El Peruano

lundi 13 avril 2009

Hermanos de sombra

Por Fernando Iwasaki Cauti


Ricardo Sumalavia proviene del relato y por eso ha desplegado las técnicas de la narrativa breve en su primera novela, pues las historias que se imbrican a lo largo del libro no siguen un plan maestro, ni desembocan en un final común, ni están pobladas por las mismas criaturas. Se trata, en todo caso, de varias historias –por lo menos tres- donde un hermano siempre está buscando a otro hermano desaparecido. La trama prostibularia de uno de los hilos de la novela funciona como metáfora de la pesquisa literaria de los otros dos, que al fin y al cabo forman parte de una misma madeja. Después de todo, ciertos ambientes novelescos tienen mucho en común con el negocio de la entrepierna y no hay criatura de un burdel (madame, fulana o cliente) que no atesore una buena novela.
Sumalavia concibe cada uno de sus capítulos como miniaturas narrativas, piezas perfectas y redondas que muchas veces son más interesantes en sí mismas que el conjunto de todos los capítulos. No estamos ante una novela experimental, aunque sí es un experimento de Ricardo Sumalavia. Como lector de relatos considero que cada una de las historias funciona por su cuenta, mas como lector de novelas habría deseado que todo hubiera encajado al final, pues al desenredar la madeja me quedé con tres hilos deshermanados, como los protagonistas de Que la tierra te sea leve.
En: Revista Renacimiento
Número 61-62 2º Semestre 2008
Sevilla

lundi 16 mars 2009

Reseña en la Revista Leer

Que la tierra te sea leve
Ricardo Sumalavia
Bruguera. Barcelona, 2008.
156 págs.

Primera novela de este peruano que había publicado ya algunos libros de cuentos, Que la tierra te sea leve quedó finalista en el prestigioso Premio Herralde. Alejada del realismo directo y simple de otros compatriotas y coetáneos, la novela se adentra en territorios metafóricos llenos de sugerencias. Por ejemplo, su interés por la casa como ámbito que refleja al ser humano (con las habitaciones como equivalentes de las partes del cuerpo o la mente del hombre) podría emparentarlo con las preocupaciones de Millás. También su interés por el lenguaje, no sólo como herramienta, sino como tema, es decir, por el propio proceso de la escritura. Esas preocupaciones de fondo no dan, sin embargo, como resultado una literatura árida o esquiva. Dentro de la polifonía de voces que suenan en la novela, Sumalavia practica un estilo claro, directo, que no rehuye los coloquialismos ni la oralidad. Otra faceta de esta interesante novela es (tema literario donde los haya) la constante relación entre lo real y lo ficticio, lo vivido y lo recreado artísticamente, en las personas y las imágenes. Las referencias literarias completan las coordenadas de la novela.

Revista Leer, marzo 2009
España

dimanche 22 février 2009

Gótico limeño

Por Camilo Marks
Domingo 22 de Febrero de 2009

Ricardo Sumalavia se inscribe en el grupo, cada vez más numeroso, de jóvenes autores latinoamericanos con educación muy cosmopolita, residencia en el exterior —por lo general Estados Unidos o Europa— y creciente desarraigo con el país nativo, que se nota en híbridos o deshilvanados trabajos (no es éste el caso). Durante años, vivió en Corea del Sur, donde enseñó español en un centro de estudios superior, ha sido profesor en la Universidad Católica del Perú, donde coordinó el Centro de Estudios Orientales y en el presente fijó su domicilio en Burdeos, Francia. Una vida tan itinerante, en parajes tan remotos y, sobre todo, la sujeción a culturas e idiomas sin ningún lazo con el nuestro, podrían haberse traducido en una obra confusa, atravesada por las más heterogéneas influencias, lejos de una de las más ricas tradiciones literarias del continente. Sin embargo, sus libros de cuentos Habitaciones, Enciclopedia mínima y Retratos familiares demuestran que Sumalavia, aunque mañana se vaya a trabajar a Kazajstán, en ningún momento dejará de pensar y sentir como peruano. Y, lo que es más importante, tampoco dejará de escribir como peruano.
Que la tierra te sea leve (Editorial Bruguera, 2008, $10.000), su primera novela, transcurre en dos ámbitos narrativos paralelos, en apariencia sin conexión entre sí; poco a poco, sin embargo, van develándose los vasos comunicantes, los puentes, los sutiles puntos de encuentro entre ambas esferas. En los capítulos numerados según un sistema convencional, se cuenta la historia de dos hermanos, César y Sebastián, el último enano y apodado Féfer. Bajo múltiples puntos de vista narrativos —el del Camaleón, "que necesita un espacio cerrado para albergar estos afectos", el de la prostituta Raquel, el de César o una impersonal y desencarnada tercera persona—, sin orden cronológico, se exponen las peripecias de un grupo humano enclaustrado, que se va arrinconando en sitios inaccesibles de una vetusta mansión —llamada la Gran Casa—; ellos crean y recrean, hacen surgir y desaparecer a personas, hechos, episodios de preferencia lúgubres, esperpénticos, macabros, repelentes, en tinglados cada vez más patibularios, si bien no escasean los pasajes líricos e hiperrománticos, como los paseos de Cristina por el estanque de peces o el enamoramiento de Martín por su inquilina Inés, con la consiguiente furia de Raquel: Martín sacó de la calle a Vanesa y Raquel, arrancándolas de las manos del Gavilán, su protector, y está elaborando una crónica con ayuda de Féfer. Toda esta historia posee un carácter onírico, irreal, cuyo centro es un acontecer de límites imprecisables. Quizá la palabra gótico sea la mejor para definir el clima y el estilo de Sumalavia en los ires y venires de sus funambulescos héroes y heroínas. No estamos, claro, en castillos abandonados con misterios espeluznantes ni tampoco ante mujeres locas que se inventan un pasado inexistente —Charlotte Brontë, T. Williams—, pero esa ilustre vertiente parece visible en Que la tierra…
Memorias de Burdeos, Tongseng y Baumgartenhöhe son tres secciones insertadas tras la mitad de esta notable e inusual ficción. A primera vista, se trata de ensayos autobiográficos, sin el más remoto enlace con lo que hemos venido diciendo. Y, por cierto, estamos ante tres piezas perfectas, amenas, divertidas, sobre encuentros y desencuentros entre literatos, académicos o críticos en situaciones algo implausibles. Sumalavia asiste, mediante un golpe de suerte burocrático, a un congreso internacional en el puerto francés, que versará sobre la obra del gran poeta Martín Adán, cuyos versos admira tanto como su novela vanguardista La casa de cartón. De súbito, aparece Christophe, quien formó parte de su grupo juvenil hace décadas, totalmente amnésico. En Tongseng, Sumalavia está empeñado en traducir al gran novelista coreano Yi Munyol, pero choca contra el profesor Lee, a quien sólo le interesan las historias de la literatura. El hermano de un docente, vecino de Ricardo, desaparece en la India. Y en Baumgartenhöhe el protagonista es una eminencia de las letras peruanas, quien comparte su estadía en un sanatorio austriaco con Thomas Bernhard, mientras este último concibe El sobrino de Wittgenstein.
Las afinidades entre el conjuro verbal de la Lima prostibularia y absurda de Que la tierra… y sus piezas de sofisticado carácter novelesco deberán ser definidas por el lector. Y si se trata de un lector agudo, disfrutará intensamente con este relato.